LA HISTORIA DE
FRANCISCO RAMOS MEJÍA (o Mexía)
Patricio Argentino con una espiritualidad distinta
RECOPILACION DE ARTICULOS
Juan Carlos Priora - "Francisco Ramos Mexía (Mejía)"
Darío M. Bruno - "Lo que no se contó sobre Francisco H. Ramos Mejía"
Aecio E. Cairus - Descubriendo manuscritos originales
Martín A. Biaggini - "La familia Ramos Mejía en la historia del partido de la Matanza"
Eduardo Giménez - "La chacra de la familia Ramos Mejía"
Diario NCO de La Matanza - "Chacra “Los Tapiales: El lugar por el que pasó la historia"
Cesar Ceriani Cernadas - "Francisco Hermógenes Ramos Mejía (o Mexía) (1773 - 1828): un profeta milenarista en los albores de la independencia argentina"
Urgente 24: - "Oportuna reinvindicación de un patriota diferente"
Testimonio informal de un vecino de Buenos Aires - "Una visita a Kakel Huincul"
Resumen de la novela "Francisco", de Juan Carlos Sánchez Sottosanto - "Francisco" Sombras para Francisco, Vida, Pasión y Muerte de Francisco Ramos Mexía, filántropo, ¿misántropo?, y heterodoxo"
OTROS ARTICULOS: Ceriani Cernadas, Nancy Calvo, José María Pico, etc.
Ceriani Cernadas: "Francisco Hermógenes Ramos Mejía, un profeta milenarista en los albores de la independencia argentina"
Nancy Calvo: "Los unos y los otros. Católicos, Protestantes, Extranjeros. Alcances de la Tolerancia Religiosa en las primeras décadas del Siglo XIX"
José María Pico: "Todo es Historia: Los Tapiales, La histórica chacra de Francisco Ramos Mexía en La Matanza"
DESCUBRA UN LIBRO UNICO SOBRE FRANCISCO H. RAMOS MEJIA - Autor: Dr. Juan Carlos Priora (UAP)
- Embajador Don José María Pico Ramos Mejía (Biografo y Genealogista, 1921-2006) escribió sobre el Dr. Juan Carlos Priora y su obra (FOTO):
- (8/2/2003) "Le escribo para felicitarlo muy sinceramente por el esfuerzo realizado para llevar adelante su obra. Su dedicación al ´patricio´- como usted lo llama - fue total, sin duda, durante mucho tiempo. Usted agotó el tema de Ramos Mejía y de hoy en adelante será muy dificil agregar algo nuevo a sus biografía. Reciba, junto con las felicitaciones ya expresadas, todo el afecto de J.Ma.Pico"
HISTORIADORES
Priora, Juan Carlos. Artículo publicado en Revista Dialogo Universitario 2002.
Francisco Ramos Mexía (Mejía)
Dieciséis años antes del gran chasco de 1844, Francisco Hermógenes Ramos Mexía moría en Buenos Aires como fiel guardador del sábado y creyendo en el inminente regreso de Cristo.
Qué significa ser un adventista del séptimo día? Dicho en pocas palabras, es alguien que espera el regreso literal del Señor Jesucristo en un futuro cercano y guarda el sábado, séptimo día de la semana, como reposo religioso. Por supuesto, existen también otras creencias fundamentales a las que todo adventista adhiere, pero estas dos son básicas. El Dr. LeRoy Froom, en su monumental investigación acerca del movimiento adventista a través de los siglos, identificó a varios adventistas que observaron el descanso sabático en los primeros años del siglo XIX, aún antes del surgimiento del adventismo como movimiento. 1
En Escocia encontramos a James A. Begg, un presbiteriano que creía en la segunda venida de Cristo y que comenzó a guardar el sábado en 1832. 2 En los Estados Unidos, Rachel Oakes, más tarde Sra. de Preston, guardó el sábado desde 1837 y aceptó la creencia de la segunda venida de Cristo en 1844. 3
Dentro de esta galería fascinante, Froom incluye a un precursor sudamericano del Movimiento Adventista: Francisco Hermógenes Ramos Mexía. Tanto la investigación personal como los contactos con sus descendientes me han permitido añadir detalles significativos a este interesante personaje.
Ramos Mexía murió en 1828, 16 años antes del gran chasco experimentado por el movimiento adventista en los Estados Unidos, como fiel guardador del sábado y creyendo en la segunda venida de Cristo. Esto lo califica más allá de toda duda para ser llamado el primer adventista del séptimo día desde la Revolución Francesa, que se tenga registro.
Francisco Hermógenes Ramos Mexía nació en Buenos Aires el 11 de diciembre de 1773. Esa región austral de América del Sur, de la que Buenos Aires era la capital, se la conocía como el Virreinato del Río de la Plata, bajo el dominio de la corona española. Séptimo hijo de los trece de una familia de buen linaje, pero de poca fortuna, Francisco mostró desde pequeño amor por la vida al aire libre y afinidad por las cosas espirituales. Su educación, con maestros católicos, consistió en teología, gramática y lógica. Las cualidades de integridad y tenacidad, probablemente heredadas del abuelo materno, que era escocés y protestante, así como la disciplina por el estudio inculcada muy temprano en su vida, influyeron para que el joven Francisco nunca aceptara nada como verdadero, a menos que él mismo lo probara desde todos los ángulos posibles.
Retrato de Francisco joven |
En 1797, después de completar sus estudios en el Real Colegio de San Carlos, una institución jesuita de su ciudad natal, Francisco Ramos Mexía fue designado funcionario del gobierno en las proximidades de Charcas, Intendencia de La Paz, ahora parte de Bolivia. Charcas era una ciudad de erudición y cultura, y era asiento de la famosa Universidad de San Francisco Javier. En este lugar Ramos Mexía estuvo bajo la influencia de los más inteligentes monjes franciscanos y egregios intelectuales jesuitas. Los aires de libertad que se respiraban en la Universidad y las amistades que allí cultivó, ayudaron al joven Francisco a ampliar sus conocimientos en filosofía, teología y lógica. Al mismo tiempo, conoció de cerca la situación de explotación en que vivían los indígenas y simpatizó con ellos.
Bolivia le dio también su esposa, pues en 1804 se casó con María Antonia de Segurola, hija del gobernador intendente. Luego del nacimiento y temprana muerte de su primer hijo en La Paz, la pareja se trasladó a Buenos Aires, donde adquirieron una extensa propiedad en las afueras de la capital, y criaron una familia numerosa.
Ramos Mexía el patriota
Francisco amaba la vida al aire libre, donde pasaba horas supervisando el trabajo en sus tierras y observando las maravillas de la creación de Dios en esas vastas praderas argentinas. Allí crió ganado, instaló un tambo, fabricó queso y elaboró pan. Paralelamente desarrolló una intensa actividad cívica en beneficio de la comunidad, desempeñándose como Regidor del Cabildo de Buenos Aires. Tampoco dudó en involucrarse en la lucha por la independencia de España que su patria había iniciado hacía pocos meses. Contribuyó generosamente con sus recursos para equipar y financiar a las tropas de uno de los ejércitos que en 1810 se formó para defender a la naciente nación. 5 Ese mismo año se unió al Concejo Municipal de Buenos Aires donde lo designaron como Defensor de los Niños. 6
Su dinamismo y su amor por la soledad pampeana lo motivaron a extenderse más allá de los límites de la civilización, en tierras de indios.
Actuando en forma totalmente opuesta a las costumbres, les compraba las tierras a los indígenas en lugar de tomarlas por la fuerza. Esta actitud tan inusual le ganó el respeto de los aborígenes, pero, más de una vez, lo puso en aprietos con las autoridades, quienes veían en los indígenas seres inferiores y explotables. No obstante, como la justicia y el espíritu pacifista formaban parte de las convicciones de Ramos Mexía, trató de practicarlas a lo largo de toda su vida.
Dibujo de Miraflores muy antiguo de autor desconocido |
Estancia Miraflores actual 2007 |
De esta forma, en armonía con la naturaleza y con la moral bíblica, Ramos Mexía fue un cristiano genuino y practicante. Protegió a los indios, pero neutralizó su tendencia natural al ocio, enseñándoles a trabajar e incorporándolos a todas las actividades agropecuarias de su nueva estancia a la que llamó Miraflores.
El 7 de marzo de 1820, en representación de 16 jefes indígenas pampas, Ramos Mexía firmó con el gobierno de Buenos Aires el Tratado de Paz de Miraflores. Un año más tarde las autoridades rompieron ese acuerdo, atacaron a los indios pampas, y en una acción descomedida arrestaron a Ramos Mexía quien había censurado esa violación. Fue confinado por el gobierno en su finca de Los Tapiales, desde donde siguió orientando el trabajo de Miraflores, a donde nunca pudo regresar. Con el espíritu quebrantado por la tristeza y víctima de una epidemia, murió el 5 de marzo de 1828. Tenía 54 años.
Ramos Mexía el reformador
Pero lo importante en el vivir no es cuánto vivimos, sino cómo vivimos. Ramos Mexía vivió de tal forma que influyó no sólo en su generación, sino también en las futuras. Era un hombre de acción y a la vez un individuo profundamente religioso. Solía pasar horas leyendo y meditando en la forma en que Dios había guiado a su pueblo en el pasado y sus planes para el futuro. Las influencias teológicas que recibió en su juventud nunca lo abandonaron. Estudiaba con regularidad su Biblia Vulgata, anotando en los márgenes. 8 Con razón uno de sus mayores biógrafos, el Dr. Clemente Ricci, aseguró que, cuando se casó (tenía 20 años), "la conciencia religiosa de Ramos Mexía estaba formada". 9
Un autor que influyó en el pensamiento de Ramos Mexía en relación con las profecías bíblicas fue Manuel Lacunza (1731-1801), el jesuita chileno. Lacunza se hizo conocer por su descollante trabajo acerca de la segunda venida de Cristo, escrito durante su exilio en Italia. Su libro La venida del Mesías en gloria y magestad circuló en fragmentos durante los últimos años de la década de 1780 por toda Europa y América, y fue publicado en forma de libro después de su muerte. FOTO: Manuel Lacunza.
Ramos Mexía estaba tan interesado en esa obra, que copió a mano el manuscrito que poseía el dominico Isidoro Celestino Guerra. Poco después adquirió la edición en cuatro tomos publicada en Londres (1816) por el general Manuel Belgrano, en la que efectuó numerosas anotaciones en los márgenes. Las mismas revelan que, mientras Lacunza se encontraba bajo la influencia de su formación teológica católica, Ramos Mexía compartía muchas de las perspectivas de los reformadores protestantes.
¿El primer adventista moderno? Sus Creencias
A causa de que su vida se desarrolló en medio de una época de rápidos cambios socio-políticos en su tierra natal, Ramos Mexía centró sus mejores esperanzas en el prometido regreso de Cristo a esta tierra. El estudio profundo de la Biblia dio como resultado una declaración al pueblo argentino. Este corto tratado ("El evangelio de que responde ante la nación el ciudadano Francisco Ramos Mexía"11), y otro panfleto, "El A B C de la Religión", fueron publicados en 1820. Los mismos defendían puntos de vista teológicos que eran nuevos y alarmantes para el lugar y el momento en que le tocó vivir. Algunas de las verdades bíblicas que defendió y proclamó con su testimonio personal, fueron las siguientes:
1. La Biblia es la única norma de fe y doctrina.
2. Dios es creador y soberano.
3. Cristo y los apóstoles constituyen el único fundamento verdadero de la iglesia cristiana.
4. Los Diez Mandamientos son válidos para la cristiandad, incluso el cuarto. Ramos Mexía guardó el sábado, séptimo día de la semana, desde que descubrió esta verdad hasta su muerte. En sus establecimientos no se trabajaba en sábado.
5. La segunda venida de Cristo será literal e inminente.
6. En cuanto al estado de los muertos, sostuvo que cuando el hombre muere sus funciones desaparecen y su cuerpo se desintegra en el polvo de la tierra.
7. La resurrección se producirá cuando Cristo regrese a esta tierra.
8. La salvación se obtiene sólo por fe en Cristo.
9. Rechazó la transustanciación porque no tiene base bíblica.
10. La Biblia enseña que el sacerdocio puede ser ejercido por todos los creyentes.
11. La adoración de imágenes es contraria a la enseñanza bíblica y por lo tanto debe ser rechazada. - deducible de otros escritos del prócer, pero no demostrable con documentos históricos directos que se conserven.
Las publicaciones religiosas de Ramos Mexía produjeron reacciones inmediatas. El gobierno provincial de Buenos Aires le ordenó que "se abstenga de (establecer) promover prácticas contrarias a las de la religión del País, y cese de producir escándalos contrarios al buen orden público, al de su casa y familia, y a su reputación personal". La orden fue firmada por el ministro Rivadavia y se dio como resultado de un informe de José Valentín Gómez, un influyente clérigo. El informe decía que Ramos Mexía no estaba sólo guardando el sábado, sino que había persuadido a otros, incluyendo a los trabajadores de sus campos y a los indígenas que habían buscado su protección, a hacer lo mismo. El hecho de que fuera un laico y se atreviera a entrometerse en asuntos doctrinales desde la perspectiva bíblica, constituyeron argumentos suficientes para que fuera considerado hereje.
Francisco Ramos Mexía, por supuesto, hizo caso omiso de la advertencia. Por el contrario, continuó obedeciendo a Dios, leyendo a sus trabajadores porciones de la Biblia y protestando por el tratamiento que recibían los indígenas. Como el apóstol Pedro, Ramos Mexía afirmó que en asuntos de fe y conciencia "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29). El primer adventista del séptimo día de los tiempos modernos murió con la firme y segura esperanza en la segunda venida de Cristo.
Juan Carlos Priora enseña historia en la Universidad Adventista del Plata, en Argentina. Ha publicado muchos artículos y dos libros: La naturaleza del hombre y el fin de la historia (1992), El nuevo orden mundial y el fin de la historia (1994) y Francisco Hermógenes Ramos Mexía (2009).
Notas y Referencias
1. Leroy Edwin Froom, The Prophetic Faith of Our Fathers (Washington, D.C.: Review and Herald Publ. Assn. 1950-1954), 4 tomos.
2. Id., tomo 4, pp. 937-940.
3. Id., pp. 948-950.
4. Id., pp. 920-936.
5. Gazeta de Buenos Ayres, 5 de julio de 1810.
6. Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Ayres, 17 de octubre de 1810.
7. Gazeta de Buenos Ayres, 12 de abril de 1820.
8. Desafortunadamente, esta Biblia ya no existe. Una de las nietas de Francisco Ramos Mexía la echó al fuego. Ver Clemente Ricci: "Destrucción de un documento histórico: La Biblia anotada de Ramos Mexía entregada a las llamas". Boletín de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, tomo II, p. 31.
9. Clemente Ricci, Francisco Ramos Mexía: Un heterodoxo argentino como hombre de genio y como precursor (Buenos Aires: Imprenta Juan H. Kidd y Cía., 1923), p. 31.
10. Ver Abel Chaneton: En torno a un papel anónimo del siglo XVIII (Buenos Aires: Publicaciones del Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires, 1928), p. 23. Ver también Sergio Olivares, "Manuel Lacunza: La conexión adventista", Diálogo Universitario, 6:1 (1994), pp. 12-15.
11. El documento fue publicado completo por el historiador Clemente Ricci bajo el título, En la penumbra de la historia. Acerca de otros documentos sobre Francisco Ramos Mexía, ver también La Reforma, Diciembre 1913.
12. "Gobierno Nacional: Culto (1819-1821)", un documento de los Archivos Nacionales de Argentina, cuya copia está en posesión del autor.
Dr. Aecio Esteban Cairus - Doctor en Teología por la Univeridad Andrew, especialista en lenguas del cercano oriente, Docente y por años Decano de la Facultad de Teología de la Universidad Adventista del Plata en Entre Rios, Argentina.
Bicentenario y un descubrimiento histórico
El despertar Adventista europeo precedió e impulsó el movimiento Millerita en los Estados Unidos. Manuel Lacunza, un sacerdote jesuita que escribe desde Italia, tuvo mucha influencia sobre los participantes británicos de ese despertar. En un sorprendente giro de los acontecimientos, Francisco Ramos Mexía (o Mejía), un lector de Lacunza en Argentina, se convirtió primero en evangélico, y luego en un precursor de las posiciones adventistas del séptimo día, abrazando el descanso del sábado y la unidad indivisible alma-cuerpo. Hasta el año pasado (2016), los adventistas del séptimo día solo conocían indirectamente a Ramos Mexía. Pero ahora una parte sustancial de su manuscrito perdido de hace 200 años ha salido a la luz, confirmando y expandiendo lo que sabíamos sobre él, y profundizando el misterio de un Adventismo del Séptimo Día expuesto décadas antes de la predicación de Guillermo Miller, José Bates o Jaime White. La información contenida en ese manuscrito es fascinante. Pero nos estamos adelantando. Empecemos por el principio ...
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"La familia Ramos Mejía en la historia del partido de la Matanza" - por el profesor Martín A. Biaggini - Artículo publicado en los sitios web de 2005 actualmente inexistentes: www.lamatanza.com.ar y www.labarradyr.com.ar
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La familia Ramos Mejía en la historia del partido de la Matanza
El 20 de noviembre del año 1773 (descubrimientos de 2008 establecen el 11 de diciembre) nace en Buenos Aires, Francisco Hermógenes Ramos Mexía Ross, siendo quien fue hijo de Gregorio Pedro Joseph de Santa Gertrudis Ramos Mexía y de María Cristina Ross, hija de un descendiente escocés. A los diez años de edad recibió una beca para estudiar en el Real Colegio Seminario de la Purísima Concepción de la Virgen (si bien Francisco había llegado al estado clerical, no estaba obligado al sacerdocio). En la universidad de Chuquisaca, termina sus estudios en filosofía, pero no así los de teología. Se casa en La Paz, el 5 de mayo de 1804, con María Antonia Segurola, de 15 años de edad, hija de Ursula de Rojas Ureta y Alquiza, que muere de 21 años de edad al darle vida, y Sebastián Segurola y Olinden, quien fuera gobernador intendente de La Paz a fines de siglo XVIII. Fueron sus padrinos Isidora Segurola, hermana de la desposada, y su esposo Jorge Ballivian. Maria Antonia Segurola, aparte de ser joven y huérfana, era una rica heredera.
El matrimonio regresa en 1811 a Buenos Aires, y María Antonia entrega como dote, 150 mil pesos fuertes, en dinero y joyas, con los cuales su marido compra la chacra de Los Tapiales, en los pagos de La Matanza, y una extensión de terreno de 250.000 hectáreas (otros historiadores establece que fueron 175.000 Hectáreas), en el pago de Monsalvo (actual Partido de Maipú). (Estancia Miraflores).
Podría decirse que Francisco Ramos Mejía era un místico. Su educación teológica y filosófica lo llevo a crear una especie de religión que tomaba elementos de varias religiones. La obra que realizaba con los indios bien podría describirse como la de un evangelizador.
Sus opositores políticos comenzaron a temerle por su gran amistad con el Indio. Se lo llego a acusar de que él realizaba bautismos y casamientos en sus chacras. Este echo no pudo ser comprobado. La iglesia, con el padre Castañeda al frente, lo había marcado como peligroso. Sus adversarios también.
Francisco Hermógenes Ramos Mexía falleció en el año 1825 en su estancia Los Tapiales . El mismo día de su muerte, su familia inicio los tramites para poder sepultarlo en el parque de la chacra de Los Tapiales . Pasaron dos días esperando el consentimiento para la inhumación. El cuerpo de Francisco Ramos Mejía continuaba en una de las salas de la chacra. Al tercer día, entraron a la sala ocho indios, tomaron el féretro con el cuerpo de Don Francisco y lo depositaron sobre una carreta. Fuera de la casona, los esperaban varios indios que formando un c ortejo, siguieron a la carreta, la cual, cruzo el Río Matanzas, y se perdió en el desierto. Nunca se supo el lugar exacto en el que fue enterrado Don Francisco. Ese secreto murió con los indios.
Escudo de TAPIALES diseñado por Alfonso Corso, se utiliza oficialmente desde el gobierno municipal de Federico P. Russo. Fuente: www.tapiales.com.ar
VISTA AÉREA - gentileza de www.tapiales.com.ar y el fotógrafo Juan C. Devito
Giménez, Eduardo. "Aquel Ramos Mejía de antaño". Historia de la Ciudad y sus Habitantes. 1995-1999. Capitulo 2: II. La chacra de la familia Ramos Mexía. - Cuando la zona que hoy ocupa la ciudad actual, formaba parte de la chacra de los Ramos Mejía. Primeras noticias de la familia epónima. - Sitio Web de origen: http://magicaweb.com/ramosmejia/index.htm
La chacra de la familia Ramos Mexía
La familia Ramos Mexía, de la que tomó su nombre la ciudad trocando la "x" por la "j" como ha ocurrido con otros vocablos antiguos, comenzó su actuación en el Río de la Plata con la llegada a mediados del siglo XVIII de D. Gregorio Ramos Mexía, de origen sevillano. Fue una persona con una empeñosa voluntad de trabajo, pero las crónicas refieren que no pudo salir de una cierta penuria económica, a la que no fue ajena su obstinada honradez, que lo siguió hasta su muerte en mayo de 1808, a la edad de 82 años.
Don Gregorio tuvo trece hijos, siete mujeres y seis varones, de los cuales fijaremos nuestra atención en Francisco Hermógenes, por la directa trascendencia que tuvo para la historia de nuestra ciudad.
"Pancho" Ramos, como se le decía a ese hijo en el círculo de sus amistades, nació en 1773 cuando en Buenos Aires se desempeñaba como gobernador D. Juan José de Vértiz y Salcedo. A los 26 años de edad partió para el Alto Perú, en busca de mejores horizontes de trabajo, y en la ciudad de La Paz se casó en 1804 con Da. María Antonia Segurola, otro nombre que tampoco debemos perder de vista en relación con estos acontecimientos.
El matrimonio hizo que la situación patrimonial de Francisco cambiara diametralmente, porque su flamante esposa aportó como dote extensas y valiosas fincas rurales ubicadas en lo que hoy es territorio boliviano, algunas de ellas dedicadas a la explotación de la coca, para lo que se utilizaba mano de obra indígena.
A los dos años de casado regresó Francisco a Buenos Aires, acompañado de su mujer María Antonia. Hicieron la larga travesía desde el Alto Perú junto con ayudantes y 200 esclavos, en una lenta y riesgosa marcha, transportando una muy valiosa carga de barras de oro y plata y un cuantioso numerario de onzas de oro.
Cuando llegaron a Buenos Aires ya se había rechazado la primera invasión inglesa y D. Santiago de Liniers ocupaba interinamente la gobernación de la ciudad en reemplazo de Sobremonte, separado de su cargo por el Cabildo.
Al año siguiente se produjo la segunda invasión inglesa, que corrió la misma suerte adversa de la primera, y en el heroico comportamiento de todo el pueblo de Buenos Aires no cabe descartar que la familia Ramos Mexía prestara su adhesión a la lucha.
Recuperada la paz, Francisco y María Antonia decidieron en 1808 aplicar parte de la fortuna que habían traído del Altiplano, producto de la enajenación de los inmuebles arriba citados. Con ese objeto adquirieron al Comisario de Guerra y Factor Juez Oficial Real D. Martín José de Altolaguirre una extensión de tierras en la zona de La Matanza, que se escrituró el 25 de octubre de 1808 ante el escribano D. Mariano García de Echaburu. En ese documento se detalla que el precio convenido fue de 32.000 pesos de plata corriente, y que la operación comprendía "una Chácara... en la que están inclusos todos sus aprovechamientos", entre ellos seis esclavos negros "los cuales se ponen a 50 pesos cada uno con derecho de poderse libertar en este precio cuando puedan". La chacra se extendía en forma de cuadrilátero desde el río Matanza hasta los montes de tala que llegaban al Palomar de Caseros, con una superficie de más de seis mil hectáreas. Entre sus límites se hallaba todo lo que hoy constituye el ejido urbano de la ciudad de Ramos Mejía.
Contaba con diversas arboledas y potreros cercados con tapias de tierra revestidas por ambos lados con tunas de penca, en el interior del establecimiento, las que deben haber originado el nombre posterior de la chacra "Los Tapiales". También incluía un amplio caserón situado frente a lo que hoy es la autopista a Ezeiza, a mil metros hacia el sudoeste de la Capital Federal. Avanzando en la cronología de los hechos comentemos que la citada casona fue declarada monumento histórico en el año 1942 y que en el año 1968, siendo su propietario un descendiente de los Ramos Mexía, D. Agustín I. de Elía, Comisionado de la Municipalidad de la Matanza en 1931 e Intendente en 1941, se declaró al predio de utilidad pública y fue expropiado para levantar en la zona el Mercado Central de Buenos Aires. Dentro de los límites de éste se conserva hoy el caserón de la chacra, bajo la tutela de la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares Históricos.
Cuando en 1808 los Ramos Mexía tomaron posesión de la chacra no se conocía aún el alambrado de los campos, por lo que el perímetro de aquella estaba marcado con ciento cuarenta grandes mojones de piedra. Es recién en 1845 que se instaló por primera vez en el país un cerco de alambre, y a partir de la encendida campaña de Sarmiento, instando a los hacendados rutinarios y retrógrados con su frase "¡Cerquen, no sean bárbaros!", se difundió por toda la zona rural el uso del alambrado. Los que más sufrieron por su implantación fueron los gauchos, que se vieron cercados y limitados en su libertad de desplazamiento nómade, al punto que en algunos casos arremetían cortando los alambres con un golpe de su largo y pesado facón.
Por lo demás, en los extensos campos de la chacra ya se habían extinguido los caballos baguales y las vaquerías (ganado mostrenco e indómito), descendientes por multiplicación de los primeros yeguarizos y vacunos abandonados en la pampa por los primeros conquistadores españoles. Don Francisco Ramos Mexía se ocupó de acrecentar la explotación racional de la ganadería y registró una marca para su hacienda.
En la zona y desde las últimas décadas el indio había dejado de incursionar. Pero se recordaba que en 1740 (Acta del Cabildo del 24 de noviembre de 1740) los pampas habían llegado muy cerca de Buenos Aires, enfrentando a unos vecinos a siete leguas de la misma, en el pago de La Matanza.
La parte de la chacra que hoy es jurisdicción de la ciudad de Ramos Mejía estaba atravesada por el Camino Real, que llevaba a la Guardia de Luján. Las carretas, las tropas y más tarde las diligencias que se trasladaban al territorio puntano o a Córdoba, y de allí al Pacífico o al Perú, debían necesariamente transitarlo, por ser el único camino existente. Luego se convertiría en la Avenida Rivadavia.
A principios del siglo pasado el Camino Real no era más que un derrotero en el desierto, con algunas postas y muy escasas poblaciones a su vera, formado por las huellas de las caballadas y las carretas. Evoquemos el paraje de la chacra "Los Tapiales" que ahora constituye el centro de la ciudad de Ramos Mejía, en momentos en que una nutrida tropa de carretas de paso para Cuyo hacía allí el obligado alto de la marcha para la comida. La caravana integrada por varias decenas de vehículos se detenía a un costado del Camino Real, en medio de la llanura y sin otra compañía que las aves y algunos perros cimarrones.
Con sus ruedas de dos metros y medio de diámetro, entoldados con cueros vacunos, el grueso pértigo y los pesados yugos sobre la cerviz de los bueyes, constituían verdaderos vagones para carga y pasajeros. Juntamente con los troperos conductores montados a caballo, empuñando la larga picana, ofrecían un colorido y bullicioso espectáculo, con los mugidos, los gritos y las voces del arreo.
Anticipándose al grueso de la caravana, una o dos carretas con víveres y leña para el viaje habían llegado al lugar de la detención un tiempo antes para preparar la comida, que por lo general incluía carne al asador, o tasajo, galleta, mazamorra o locro, vino y mate. Algunos pasajeros sustituían ese limitado menú, o lo complementaban, con determinadas viandas que llevaban en su equipaje.
Para el mate se calentaba el agua en grandes pavas apoyadas en un trípode de hierro, y una vez alcanzada la temperatura necesaria, se distribuía el líquido en las pavitas individuales de cada carreta. A aquellas grandes pavas, ennegrecidas por el humo de la leña o del excremento seco de los bueyes se las denominaba las tiznadas.
Bajo el pavimento de la actual avenida Rivadavia, de la capa asfáltica que hoy la cubre, ¿no quedará enterrada alguna reliquia, algún vestigio de aquella caravana? Quizá una bombilla o una calabaza olvidadas luego de las largas mateadas a la sombra de las carretas, o alguna moneda de plata potosina con la efigie de Fernando VII. Dejemos librado a nuestra imaginación desarrollar esta hipótesis.
Otro derrotero que cruzaba la chacra "Los Tapiales", a poca distancia del Camino Real, también en lo que sería nuestra ciudad, es el que hoy se denomina Avenida Gaona, y que desde la primera mitad del siglo XIX se conoció como "Camino de Gauna". El nombre de este camino sería en homenaje al militar salteño Eduardo Gauna, muerto en el combate de Suipacha. Para otros sería en recuerdo del coronel salteño Calixto Gauna, que la recorrió a caballo proveniente del norte argentino, trayendo unos documentos para la primera Junta Gubernativa instalada en mayo de 1810. Algunos aseguran en cambio que la denominación corresponde al nombre del propietario, hacia 1810, de los terrenos por donde comenzaba el camino, en la zona que hoy es el parque del Centenario, en la Capital Federal.
Cuando interrumpimos la relación sobre la chacra de los Ramos Mexía para referirnos a los dos caminos de nuestro pasado, que también son presente, ya se habían instalado en el caserón de "Los Tapiales" D. Francisco Hermógenes y su esposa. Ocurridos los sucesos de mayo de 1810 adhirieron en forma inmediata a los principios de la Revolución, colaboraron pecuniariamente y D. Francisco ocupó un puesto en el Ayuntamiento, primero como Juez de Menores y luego como Alférez Real. Según Carlos Ibarguren, D. Francisco era una personalidad singular "...que ejerció sobre las tribus indígenas un ascendiente extraordinario. Místico y luchador, fue un apóstol cristiano a su manera, que predicaba una original interpretación de los Evangelios. Su influencia sobre los caciques fue tal que éstos lo designaron como plenipotenciario para concertar un tratado de amistad con el gobierno de Buenos Aires, el que fue representado en esa negociación por el general Martín Rodríguez".
Estas facetas de su actividad le acarreaban desavenencias políticas con el gobierno de turno y con las autoridades eclesiásticas, y problemas económicos con otros hacendados, lo que determinó que a principios de 1821 fuera confinado por las autoridades en "Los Tapiales". Esta medida agobió su ánimo, deterioró su salud y apresuró su muerte, ocurrida el 5 de mayo de 1828, a los 55 años de edad. Dejemos que sea José María Pico (*) quien nos relate un episodio singular ocurrido en esas circunstancias: "El mismo día de la muerte de Ramos Mexía su familia inició trámites para darle descanso en un sepulcro edificado en el parque de su chacra. Dos días con sus noches pasaron sin lograrse el consentimiento para la inhumación. Transcurría ya la tercera noche y Ramos Mexía continuaba entre cuatro hachones en una de las estancias de su casa. Imprevistamente, cuando ya clareaba, ocho indios pampas, de los que llegaron con él desde el desierto y acampaban desde entonces en `Los Tapiales', entraron silenciosamente en el cuarto del túmulo, tomaron la caja en la que Ramos Mexía yacía y marcharon con ella hasta el portalón. Allí la posaron en una carreta y detrás de ella formaron cortejo con toda la indiada que estaba de guardia. El indio boyero movió su picana, chillaron los ejes y la lerda carreta inició su marcha, entre cercos de tunas y plantas esbeltas, con rumbo al desierto. Los indios amigos montados en pelo, con el sol ya alto, cruzaron el río Matanzas y en señal de honra y a sones de duelo siguieron al carro que escoltado entonces por cañas tacuaras y gritos de teros, se perdió a lo lejos."
La chacra quedó a partir de allí en manos de la viuda, María Antonia Segurola, en momentos difíciles en que se abatían sobre el país la anarquía y las luchas entre unitarios y federales. Gobernaba la provincia de Buenos Aires el coronel Manuel Dorrego, a quien el destino le deparaba meses más tarde el drama de Navarro, donde sería fusilado el 13 de diciembre de 1828.
Al producirse los enfrentamientos de Puente Márquez entre federales y unitarios, y luego en el alzamiento de los "Libres del Sur" en Dolores, los hijos de Ramos Mexía se incorporaron a las fuerzas de Lavalle. Esto determinó la confiscación por Rosas de la chacra "Los Tapiales", situación que duraría de 1840 a 1853. Recuperada la propiedad, D. María Antonia encontró su chacra perturbada por el vandalismo y los cuatreros. FOTO: escudo de la Estancia Los Tapiales.
Para esa época, de los cinco hijos que había tenido de su matrimonio con D. Francisco Hermógenes, uno había sido degollado en Córdoba hacia 1840, luego de la batalla de Quebracho Herrado en la que había caído prisionero, y dos (Matías y Ezequiel) habían regresado del exilio a Buenos Aires. De los otros dos descendientes, su hija Marta se había casado con Francisco B. Madero, y Magdalena, con Isaías de Elía. Es importante recordar estos nombres porque están vinculados específicamente a la historia de nuestra localidad. De ello nos ocuparemos en los capítulos siguientes.Diario NCO. "Chacra “Los Tapiales”: El lugar por el que pasó la historia" La Matanza, Buenos Aires. 402º Aniversario de este Municipio, 1603-2005, 15 de Julio, 2005. Suplemento Aniversario - Originalmente publicado en el sitio del diario en 2005, https://diario-nco.com/ (actualmente sin acceso a esa web)
Chacra “Los Tapiales”: El lugar por el que pasó la historia
Esta construcción colonial, declarada por Decreto 120.411 Monumento Histórico Nacional el 21 de mayo de 1942, se encuentra enclavada en el corazón del Mercado Central de Buenos Aires.
La Chacra de “Los Tapiales”, uno de los pocos monumentos históricos que se mantienen en pie en La Matanza, albergó durante casi tres siglos parte de la historia argentina.. Por aquí paso la impronta progresista de Martín José de Altolaguirre, quien con su amigo Don Manuel Belgrano realizó una extensa plantación de árboles y arbustos, aún muchos en pie; los Liniers con su “Real Fabrica de Pastillas” similares de los actuales caldos concentrados. También habitó estas tierras Don Francisco Ramos Mejía, cuya filosofía asentada en principios de libertad e igualdad, lo llevó a ser el único estanciero que comprara sus tierras a los indios, con quienes convivió, y al estado nacional simultáneamente. La muerte lo encontró confinado en “La Chacra” justamente por defender dichos ideales. FOTO satelital de Los Tapiales
Los antecedentes dominiales de estas tierras se remontan a los primeros años de la colonia, con más precisión a mediados del siglo XVII, cuando el gobernador de Buenos Aires Hernando Arias de Saavedra (más conocido como Hernandarias) las entregó en propiedad, por Merced Real, al Capitán Pedro Gutiérrez de Paz.
Luego de su muerte, se sucedieron diversos propietarios, respecto de los cuales merecen destacarse, por su participación en la historia de nuestro país, a Martín José de Altolaguirre y a Francisco Ramos Mexía, sin mengua de otros distinguidos habitantes de esa propiedad.
Dicha Chacra constaba, aproximadamente, de 7.000 hectáreas, teniendo por límites, al norte, los pagos de El Palomar, al Sur el otrora Riachuelo de los navíos; Al naciente, diversas chacras que se extendían hasta las proximidades de la Plaza Miserere y al poniente, la extensa pampa.
A “Los Tapiales” llegó la impronta progresista de la mano de Altolaguirre, uno de los pocos agrónomos de su época y un amante de la naturaleza y la botánica. Tal su interés por el desarrollo de esa actividad que, en compañía de amigos, tales como Manuel Belgrano, en su chacra “Los Olivos” -ubicada en el actual Barrio de la Recoleta- realizó una extensa plantación de árboles y arbustos de diversa especie. Hoy todavía son testigos de aquella noble labor, los viejos gomeros próximos a la Iglesia del Pilar.
Martín Altolaguirre desarrolló una intensa actividad en “Los Tapiales”, llegando a transformar ese áspero paraje, donde campeaba el indio, en un lugar que hubiera sido sin duda de admiración de cualquier botánico. Sostienen que con su intervención, en ese establecimiento, se plantaron doscientos mil árboles. Allí también se efectuaron las primeras plantaciones de lino y cultivo de olivares e inclusive 100 hectáreas de nogales.
Treinta años más tarde, apremiado por necesidades económicas, Altolaguirre vende “Los Tapiales” a Don Francisco Hermógenes Ramos Mejíía, quien acababa de regresar junto a su cónyuge, María Antonia de Segurola, del Alto Perú, luego de realizar varios años estudios.
Influenciado por el medio donde desarrolló sus estudios y por el espíritu pionero de Francisco Ramos Mejía, en compañía de algunos pocos hombres de la Chacra -entre ellos José Luis Molina- traspone el límite Sur del Río Salado -frontera con el Indio por ese entonces- con el ánimo de instalar allí un establecimiento ganadero. Por ese entonces corría el año 1814.
Luego de una larga travesía llega a la Laguna Kakel Huincul, ubicada hoy a metros de la Ruta Nacional Nº 2, situada en el viejo Partido de Monsalvo (actualmente Partido de Maipú), donde, luego de serias tratativas con los Caciques y Capitanejos Pampas, les compra las tierras por ellos ocupada, haciendo lo mismo con el Gobierno según consta en la Gazeta Nº 112 de 1819.
La adquisición de Don Pancho Ramos (así lo llamaban los aborígenes), fue un acto de reconocimiento de la propiedad original a sus antiguos pobladores. Concretada la transacción, lleva adelante la fundación de la Estancia “Miraflores” así denominada en recuerdo a una finca de su suegro, el Gobernador de La Paz, en el Alto Perú, Don Sebastián Segurola y Oliden. El historiador Adolfo Saldías, en su Historia de la Confederación, plantea que Francisco fue el único estanciero de entonces en comprarle tierras a los indios, permitiéndosele a estos permanecer con sus tolderías en dicho territorio. FOTO: dibujo muy antiguo publicado en un libro sobre los Ramos Mejía, siendo su autor uno de sus descendientes.
El 10 de agosto de 1814 presenta al gobernador Gervasio de Posadas, un plan para poblar pacíficamente la pampa y llevar adelante una acción civilizadora y opuesta al empleo de la fuerza.
Don Pancho fue un protector de los aborígenes y los representó en el acuerdo de paz que suscribieron con el Gobernador Martín Rodríguez, denominado “Tratado de Miraflores” firmado el 12 de Abril de 1820. El mismo constaba de 10 puntos, que eran significativos para la convivencia, era base firme y estable de fraternidad y seguridad recíproca.
Su actividad en pos de relacionarse con los naturales de manera pacífica e intentando quebrar siglos de desconfianza, fue tronchada por intereses comerciales, que resistían la labor de Ramos Mejía más allá de las fronteras. Ello le costó ser detenido, engrillado y luego confinado en la Chacra “Los Tapiales” por ordenes del mismo gobernador, Martín Rodríguez que le había asignado la responsabilidad de firmar un tratado de paz con los indios.
Un día antes de ser trasladado por la fuerza de su estancia en Maipú, fue separado de un centenar de indios fieles que vivían con él en las inmediaciones de Miraflores, ya iniciado su viaje se encuentra que cerca de 80 de estos indios, fueron ultimados en las cercanías. Cerca del viejo casco de la estancia Kakel en Maipú existía hasta hace muy poco, una cruz de madera señalando el cementerio de estos indios sacrificados por su adhesión y lealtad con el hacedor del acuerdo de Miraflores.
Ya en Tapiales, vivió en compañía de su familia y protegido por una guardia de voluntarios indios Pampas, instalados en tolderías, no muy lejos del casco, el que ya contaba con la actual torre almenar, desde cuya altura se dominaba la amplia extensión de esta hermosa tierra.
Finalmente, Don Francisco Ramos Mejía muere en 1.828, apenado y entristecido por el fallecimiento de dos de sus hijos a causa de la peste. Con tal motivo, sus familiares piden autorización a las autoridades para enterrarlo en su chacra. Tal solicitud les es denegada. Cuenta la tradición que, ante la situación planteada y encontrándose la familia en los prolegómenos de su entierro, transcurridos dos días de largos velorios de esos tiempos, a la hora de la siesta y en medio del descanso, una partida de indios Pampas sigilosamente retiró el cuerpo y partieron en silencio en busca de su morada definitiva. El destino final de sus restos, a ciencia cierta, sus descendientes nunca lo conocieron.
También en la Chacra de “Los Tapiales”, el General Juan G. de Lavalle (sobrino de Don Francisco), acampó luego de la derrota de Puente Márquez, donde permaneció durante varios meses del año 1829. De allí partió meses después el general con una pequeña escolta a visitar el campamento de Rosas, en la actual localidad de Virrey Del Pino, para entrevistarse con su jefe en busca de una acuerdo. En ese lugar Lavalle, a la espera de Rosas, descansó en la tienda del Restaurador, en demostración de camaradería propia de otras épocas; pocos días mas tarde se suscribiría el Tratado de Cañuelas.
Los hijos y yernos de Don Pancho se plegaron en 1839, a la Revolución de Los Libres del Sur, campaña contra Rosas, que luego continuaron en el ejercito de Lavalle, cuando éste intentó derrocarlo en 1.840.
Acompañaron a Lavalle en su célebre retirada hacia el norte, luego de la derrota sufrida en Quebracho Herrado, Matías, Ezequiel y Francisco Ramos Mexía. Este último fue muerto en Córdoba. También fueron de la partida los maridos de Magdalena y Marta Ramos Mexía, Don Isaías de Elía y Don Francisco Madero, que luego fuera Vicepresidente de la Nación durante la primera Presidencia de Julio A. Roca.
Lavalle encontrará su muerte un 9 de Octubre de 1.841 en Jujuy, y los Ramos Mejía junto a un centenar de leales soldados, realizo la odisea del traslado de sus restos, hasta llegar a Bolivia, con el fin de evitar la profanación de los mismos.
Por estas causas, Rosas dispone la confiscación de la Chacra “Los Tapiales” y del establecimiento “Miraflores”. Siendo estas propiedades devueltas a sus dueños, luego de la batalla de Caseros.
Se inicia junto a la organización nacional, un período de paz y progreso que se ve reflejado en Los Tapiales. Isaías de Elía, yerno de Pancho Ramos Mejía, animado del espíritu de sus predecesores en el lugar, se vuelca con intensidad a la producción agroganadera, constituyéndose en pionero de la cría del caballo pura sangre de carrera y de vacunos Shorton, descendientes de Tarquino.
Continuaron en tal actividad su hijo Agustín Pío, y más tarde su nieto, Agustín Isaías de Elía, quien luego fuera Intendente de La Matanza. Este amplía la casa y le da el aspecto, tamaño y configuración que la casa conserva actualmente. El casco de la Chacra fue declarado monumento histórico nacional, el 21 de Mayo de 1942, por decreto 120.411. La Chacra de Los Tapiales, fue expropiada en el año 1.946 y casi una década más tarde, devuelto a sus dueños.
Finalmente, en 1.963, por Ley 17.422 se le da al predio condición de “tierras de utilidad pública” y se dispone la expropiación para ser destinada a la Corporación Mercado Central de Buenos Aires, la que quedó propietaria del caserón y encargada de velar por su conservación.
En 1987 llega a la Argentina el Papa Juan Pablo II, en esta visita se acerca al Mercado Central -una de las habitaciones de la torre fue preparada como lugar de descanso para su estadía- realizando en él una misa de campaña.
Ahora se decidió incorporar este lugar como espacio de cultura e historia para la ciudadanía, procurando, mediante su reapertura, en el 20º Aniversario de la Corporación Mercado Central, la divulgación de hechos y personalidades olvidados de nuestro pasado.Un profeta milenarista en los albores de la independencia argentina
Cesar Ceriani Cernadas (UBA - Argentina - Doctorando en Antropología) Francisco Hermógenes Ramos Mexía (1773 - 1828): un profeta milenarista en los albores de la independencia argentina. IX JORNADAS SOBRE ALTERNATIVAS RELIGIOSAS NA AMÉRICA LATINA. Instituto de Filosofia e Ciências Sociais – UFRJ (Universidad Federal Do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, 21 a 24 de Setembro de 1999. Tema central: Sociedades e Religiões. cceriani@mail.retina.ar
Sitio Web de origen (ya cancelado): http://www.ifcs.ufrj.br/jornadas/st08.htm
Artículo publicado en la web (ya cancelado): http://www.ifcs.ufrj.br/jornadas/papers/09st0801.rtf
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TESTIMONIOS INFORMALES SOBRE RAMOS MEJIA
Liliana de Banfield publicó en un blog su testimonios de lo que le contaba su Abuelo, sobre Ramos Mejía:
Hace
muchísimos años, ¡muchísimos! en uno de nuestros viajes a Gral. Guido visité la
Laguna de Kakel y como pasa cuando uno es chico volví fascinada con la historia
que aquella tarde mientras recorríamos el sitio donde “supuestamente” había
estado el Fuerte Kakel Huincul surgía de la charla que mantenían mi padre, mis
tíos y Don Abel Cepeda, que fue aquel día, nuestro guía. Caminábamos mirando el
suelo, en cualquier piedrita yo creía ver la punta de una flecha. Con excesivo
cuidado, casi en puntitas de pie pasé por donde Don Abel, indicaba estaría el
cementerio de los pampas. También oí ese día, que un pedacito de la extensa
laguna de Kakel entraba en Gral. Guido… vean ustedes, las pequeñeces que
recuerdo.
Al regresar a Guido pedí a mi padre que volviera a hablarme de Miraflores y lo
que a él le contaba nuestro abuelo; papá “un autodidacto” como le gustaba
titularse prometió que al llegar a Banfield lugar donde vivíamos por entonces,
“la bandada” de los Madrid, donde sigo instalada yo con mis recuerdos, repasaría
unas fechas y me escribiría la historia.
Llegó
el día, me entregó unas hojas mecanografiadas en su vieja y destartalada
Underwood, con la que escribió todo lo que hemos podido recuperar y más.
Aquellas hojas, que hasta me sirvieron para un trabajo de Historia Argentina en
la escuela, desaparecerían en el tiempo. No las perdí por que las llevo en mi
recuerdo. Olvidadas en algún cajón, arrojadas al cesto de papeles en alguna
limpieza, de esas que solía hacer, cuando los anteojos ya eran necesarios pero
yo me negaba a usar, o talvez ocultas entre las hojas de algún libro que haya
prestado, o regalado, se fueron las hojitas de papel escritas con la Underwood.
Don Abel Cepeda sentenciaba “libro que se lee no se pierde”. Confirmado, ellas,
para mi fueron como un libro, no las perdí, recuerdo bastante como para rearmar
parte de aquella hermosa historia. Para que sea más fácil voy a ubicarlos en el
tiempo.
Mi abuelo Bernabé había nacido en 1875, el Malón que arrasó con Dolores, Kakel y
las estancias vecinas fue en 1821, era obvio que no lo había vivido, lo que
sigue lo había escuchado de sus mayores, más mayores y papá recordaba que allá
por 1919/20, así les había relatado abuelo Bernabé a él y sus hermanos la
historia de Miraflores.
“…¿Indios? por qué llamarlos Indios si
estamos en Argentina, en Buenos Aires, llanura sin límites, no hay alambres,
solo horizonte y cielo, ésta es su casa, son sus tierras , es su cielo, sus
soles, sus lunas, su agua, todo es de ellos, hasta más allá del horizonte, el
espacio todo es de ellos, no había desierto entonces.
¿Indios? Nunca digan esa palabra, llámenlos
Pampas, dueños y señores de la tierra que hoy pisamos ustedes y yo.
¿Anacoretas? Pampas, con sus costumbres,
hombres mujeres y muchachos como ustedes, viviendo en una casa donde el patio no
tenía paredes, donde la libertad andaba en el viento, el respeto no precisaba de
alambrados. El hombre se llamaba Don Francisco Ramos Mejía, contaban los
criollos viejos, que a ellos los habían anoticiado de esto sus padres, que eran
chicos cuando el malón de 1821. En 1812 Ramos Mejía cruzó el Salado con su
capataz un tal Molina y cuando llegó a los pagos de Monsalvo, les compró, con
plata, a los Pampas unas tierras y construyó allí Miraflores. Decían que estaba
loco, pero los Pampas lo respetaban porque él los respetaba. Las ideas de
Francisco Ramos Mejía y del Cura Castañeda, como aquellas de los Jesuitas eran
muy peligrosas para los intereses, en este caso de la poderosa Buenos Aires y
sobre todo para Don Juan Manuel. En nuestra familia, cuando nombraban a Ramos
Mejía, las mujeres se persignaban y lo llamaban el hereje, ni lo habían
conocido, tan si quiera, pero igual repetían, "ese era un hereje". Un día, no
tenía yo más de diez años, me atreví a decirle a mi madre, la abuela Ciriaca,
que Don Juan Manuel no se andaba con chiquitas y mi padre, su abuelo, Juan , me
cruzó la cara de un lonjazo, que hoy a más de treinta años, todavía me duele,
caracho!.
Cerca de Miraflores se estableció el fuerte
Kakel Huincul. En 1820 en la estancia de Ramos Mejía los patrones de la época
firmaron el Pacto de Miraflores. Poco duro, ellos mismos rompieron el
compromiso. Preso volvió Francisco Ramos Mejía a la estancia Tapiales, en el
partido de la Matanza con su familia y un grupo de Pampas que nunca lo abandonó.
El Cura Castañeda quedó preso en Kakel y
Molina huyó. Pero no por cobarde se fue
para volver más tarde, levantando polvaredas, galopando junto sus amigos los
Pampas… llegaron un atardecer de 1821 arrasaron el fuerte de Kakel Hincul,
Dolores y las estancias vecinas, sólo Miraflores quedó de pie toda un señal.
Contaban unos viejos reseros en rueda de
fogón, vaya uno a saber si fue cierto, que muchos años habían pasado del malón,
cuando un día unos pampas crinudos le salieron al cruce y rodearon el carruaje
donde iban las hijas de un patrón, al ver que los caballos llevaban la marca de
Ramos Mejía la dejaron seguir viaje. Adentro las mujeres temblaban, se
persignaban y rezaban, ellas no sabían que no era precisamente Dios quien les
salvaba la vida. Ellos no habían conocido al hombre, pero conocían su marca. Ese
hombre se llamaba como el Santo de Asís, Francisco y decían que estaba loco,
pero, lo que él les había enseñado a sus mayores, ellos lo habían mamado, porque
el respeto no se enseña sino respetando y a respetar no se aprende si uno no es
respetado. Ramos Mejía murió en 1825 y cuentan que los Pampas que lo acompañaban
cruzaron con él, ya muerto, el río Matanza y nunca nadie supo donde lo
enterraron.”
La anécdota más pequeña, ese recuerdo que parecía olvidado y de repente
apareció, son como las piezas de un rompecabezas, colocadas en su lugar nos
hacen ver mejor porque somos como somos, solía decir mi padre “un autodidacto”
como le gustaba definirse. Lo suscribo.
(Fuente: http://lagallineta.blogspot.com/2007/12/una-visita-kakel-huincul.html )
Juan Carlos Sánchez Sottosanto escribe una novela titulada "Francisco" y el amigo Diego Sachella publica este resumen en la Web http://lagallineta.blogspot.com/2009/02/francisco-de-juan-carlos-sanchez.html
Tapa de la novela "Francisco" por J.C.Sánchez Sottosanto (2007, Ed. Gárgola, 144 pags) |
Contratapa de la novela "Francisco" por J.C.Sánchez Sottosanto (2007, Ed. Gárgola, 144 pags) |
El comentario del
Señor Juan Carlos Sánchez Sottosanto que agradezco y valoro me llevó a buscar su
libro y… ¡Sorpresa! me encuentro con Maipú -siempre cerca-, con Diego Sachella
entrañable amigo virtual que me dan la posibilidad de conocer y hacerles conocer
este resumen de "Francisco"
Ojalá los amigos del Museo Kakel Huincul no se molesten conmigo por haber
“asaltado” este mediodía, su
biblioteca digital y “tomar prestado” éste resumen.
Disfrútenlo tanto como yo.
Es esta una reseña que el mismo autor hace de ella y de la historia de Ramos Mexía, reseña que por ser en primera persona del singular, es en este caso menos interesante que el producto que presenta a consideración pública, sin dudas.
Diego Sachella
En el 2003 escribí una novela titulada Francisco, polifónica, de monólogos
interiores. Imaginé a María Antonia, imaginé la crisis de fe que pudo suceder
tras la tragedia de Miraflores. Recorrió melancólicamente un par de editoriales
y regresó al sitio de donde, quizás, nunca debió salir: un estante y un archivo
Word. He vuelto a leerla. He recorrido la geografía de Francisco. Suele el autor
no ser digno de su personaje. Más que en las palabras trajinadas, lo recupero en
sus inhóspitos páramos, y en los atardeceres sangrientos de nuestros horizontes.
(Alguien me aseguró una vez que los crepúsculos de Dolores son los más tristes
del mundo).
(El Autor)
FRANCISCO.
por Juan Carlos Sánchez Sottosanto
Sombras para
Francisco, Vida, Pasión y Muerte de Francisco Ramos Mexía, filántropo,
¿misántropo?, y heterodoxo
“Difícilmente haya quien muera por un hombre justo;
pero quizás sí quien muera por un hombre bueno.
”San Pablo a los Romanos, V, 7.
El
corazón conradiano de las tinieblas nunca está en la selva, sino en los ojos de
quien la mira. ¿Qué vio este Francisco en las interminables extensiones de la
pampa? ¿Qué vieron sus contemporáneos en la maraña escatológica de sus
pensamientos? ¿Qué es lo que nos permitiremos ver nosotros?
Vivo en Dolores, provincia de Buenos Aires. Para el resto de los mortales que no
vive en Dolores (es decir, algo más del 99,99% de la población mundial), es
apenas el punto intermedio justo entre Buenos Aires y Mar del Plata, y la
ocasión propicia para miccionar cada vez que se va de una a otra. Para
solucionar esta cuestión poco conspicua, se han preparado a los turistas unos
carteles que dicen “Bienvenido a Dolores Primer Pueblo Patrio 1817” porque
supuestamente en esa fecha fuimos fundados, y la tal fecha queda cronológica y
convenientemente cerca de 1816, año de la Independencia. No se engañe sin
embargo el turista. Como siempre, detrás de los carteles y las placas suele
haber entuertos.
El pueblo surgió como un villorrio, cerca de un fuerte llamado Kakel Huinkul y de una cárcel para prisioneros de guerra españoles, Las Bruscas; su propósito fue avanzar sobre territorio indio y también poner un poco de orden en un sitio que, gracias a sus montes tupidos (los Montes del Tordillo) se había vuelto reducto de huidos de la justicia y de prostitutas.
Hacia 1740 los jesuitas ya habían intentado en vano establecer una reducción en
la zona. Algunos estancieros se aventuraron poco a poco, aunque la población más
cercana era Chascomús, bastante más al norte. Pero uno de esos estancieros sería
protagonista y artífice de una historia que el hábito argentino del olvido se ha
empecinado en desvanecer y hasta menospreciar.
Francisco Hermógenes Ramos Mexía nació en Buenos Aires en 1773; sin ser rico, su
padre formaba parte de la elite española que manejaba asuntos de gobierno bajo
el Virreinato. A la hora de brindar una educación universitaria, el Virreinato
tenía sólo dos Casas de Altos Estudios, la de Córdoba, signada por un
catolicismo escolástico donde la teología seguía enseñándose como en la Edad
Media, o la de Charcas, en el Alto Perú (hoy Bolivia), donde por el contrario se
habían ido filtrando las ideas del Iluminismo y los filósofos franceses dejaban
sembrados no solo su anticlericalismo sino sus ideas revolucionarias.
Allí estudiaría Mariano Moreno, prologuista y primer traductor del Contrato Social de Rousseau. Francisco optó por Charcas y conoció ese pensamiento, pero su destino estaba marcado desde el vamos por la paradoja. Contrajo matrimonio con María Antonia Segurola, heredera de una cuantiosa dote; su suegro era un aristócrata y había estado entre los responsables del desbaratamiento del levantamiento de Túpak-Amaru y de su feroz ejecución: el descuartizamiento.
Si huir de Córdoba lo alejaba de la senda religiosa tradicional, su nuevo status parecía movilizarlo hacia las Nouvelles-Idées y para asumir una posición propia de la época: la de ver al no-blanco como un ser de naturaleza inferior. Basta leer nuestra vieja literatura: para Echeverría el indio es un “bruto”, para Sarmiento es la horda incivilizada, y para la mayoría, el ente que debe desaparecer. Motejar la pampa y la Patagonia como de “desierto” no era ignorar que estaba poblado: era considerar al indio como un no-humano, y donde no hay humanos, hay desiertos. Eufemismos para el genocidio que después vendría. Pero Francisco, sin huir de su tiempo, se jugó a ser Francisco.
Una tras otra, fue tomando las más absurdas decisiones a la vista de sus contemporáneos; adelantado en el ayer, anacrónico hoy, fiel a sí mismo, siempre solitario, fue amado como pocos seres, quizás, en nuestra historia. Con su joven esposa tornó en 1806 a Buenos Aires, nueva para ella. Los pocos documentos salvados nos dejan reconstruir a duras penas su itinerario y su pensamiento. Debió presenciar la Revolución de Mayo y quizás desilusionarse de ella.
Hacia 1809 compró una estancia en Los Tapiales, actual Partido de La Matanza. Si bien una estancia estaba entonces en las antípodas de ser un establecimiento suntuoso, con todo aún no era una decisión bizarra. Lo insólito vino después. Tras trabar conocimiento con José Luís Molina, un criollo que hablaba perfectamente las lenguas indígenas, se internó hacia 1811 al sur del Salado, es decir Tierra Adentro, es decir donde cabían todas las probabilidades de que quedara lanceado o perforado a flechazos o sencillamente perdido en tierra ignota. Pero era baqueano y Francisco era Francisco; llegó hasta la zona de Mari Huinkul, actual Partido de Maipú, al sur de Dolores, que aún no había sido fundada. Hizo “parlamento” con los indios y les compró, con dinero constante y sonante (era el primer blanco que lo hacía desde Colón, más o menos), el territorio, al mismo tiempo que les pidió ayuda para establecer una estancia.
Regresó a Los Tapiales, alzó a su esposa y a sus chiquillos y se fue de nuevo Tierra Adentro, hacia las lomadas donde establecería su estancia de Miraflores, batida por el pampero, las inundaciones, los desbordes de aguadas, las sequías y todos los elementos que en la pampa salen de cauce con facilidad. Cuesta imaginar a esa mujer criada en una mansión habitando el nuevo paisaje feroz y feraz; cuesta imaginar al intelectual lector de Rousseau y Montesquieu asentándose allí; cuesta imaginar los centenares de indios que no sólo veían a un blanco entre ellos que pagaba sus tierras y su trabajo sino que hasta cumplía puntillosamente cada palabra empeñada.
A partir de entonces, cada vez que se necesitaba un mediador entre los caciques y el gobierno de Buenos Aires, Francisco hacía de intermediario. Una comunidad no asentada por la fuerza ni por el paternalismo comenzó a rodearlo hasta tomar proporciones inopinadas. Molina era el capataz; varios de los indios fueron criados casi como hijos. Pero algo más sucedía puertas adentro. Sartre definió al hombre como “condenado a la libertad”. Ramos Mexía estaba condenado a la fe. Cómo se nutrió ésta, queda poco claro. Había releído varias veces su Biblia en latín y manejaba bastante mal el griego; también había leído a Manuel Lacunza, quien era un jesuita chileno que tras la disolución de la orden y bajo el seudónimo de Josafat Ben Ezra (ser católico no lo salvaba de ser quemado) escribió un grueso libro poco ortodoxo, La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, que cualquier curioso lector puede rastrear en las Bibliotecas Virtuales Cervantes de España y Nacional de Chile.
Lacunza tenía un pensamiento escatológico y milenarista: regresando a las fuentes patrísticas y desestimando siglos de tradición católica, llegó a creer en un regreso de Cristo como rey y en una tierra que sería retornada a la armonía primigenia durante mil años, como parece anunciarlo un oscuro pasaje del Apocalipsis, capítulo 20.Más radical fue Francisco. Formó un pensamiento teológico propio, aparentemente no influido por sistema alguno, y cortó toda relación con la Iglesia de su tiempo. Consideró la institucionalización religiosa como nefasta, una verdadera perversión del evangelio. El templo material era deleznable en comparación con lo que genuinamente importaba: la conciencia individual, libre ante Dios y sólo responsable ante Él. Tanto Roma como el deísmo iluminista desviaban al hombre de la auténtica búsqueda espiritual; Francisco se separó de ambos y quedó solo, en una sociedad que fluctuaba entre el clericalismo hispánico y los nuevos ideales libertarios. Más aún, consideró que se estaba cometiendo el peor de los crímenes al tratar al indio como un infrahumano, al violar los pactos, al obligarlo a asumir la voluntad del blanco por la fuerza y al presentarle una forma de cristianismo tan absolutamente hipócrita.
Envió notas a la Gazeta de Buenos Ayres y a los distintos gobiernos de turno. Su milenarismo apocalipticista comenzaba a mezclarse con un pensamiento social utópico: el blanco y el indio debían integrarse pacíficamente (Francisco se oponía tenazmente a la guerra) en comunidades donde los caciques tuvieran tanta o más participación que el hombre blanco y donde una evangelización desde las raíces nutriera a ambos.
Si su teoría fue desestimada, él se encargó de fundar su propia praxis. Miraflores se convirtió en una verdadera colectividad utópica, con comunidad de bienes, aunque los indios tenían libertad de irse en cualquier momento. Por el contrario, comenzaron a afluir más y más. El robo fue erradicado y la estancia hasta daba dividendos materiales, que suscitaron la envidia de otro hacendado en ascenso, Juan Manuel de Rosas, de métodos harto disímiles: el absolutismo y el patronazgo paternalista.
Pero las cosas comenzaron a funcionar mal. Cuando el fuerte de Kakel Huinkul primero y el pueblo de Dolores fueron fundados, Francisco sintió que era una intromisión militarizada e innecesaria. Todavía fue utilizado por el gobierno para un último Pacto: el de Miraflores, firmado en 1820, donde se garantizaba una vez más la no agresión, aunque Francisco se negó a suscribir un par de puntos, como el de que el indio debía ajusticiar a los blancos huidos a su territorio. Pero el comienzo del fin se había iniciado. Francisco ya había sido denunciado como “hereje” por un sacerdote y su afinidad con los indios era considerada sospechosa. El Pacto de Miraflores fue violado por el Gobierno y Francisco protestó enérgicamente en su estilo particular: “Si los Indios aspiran de hecho y de derecho a la Paz, los Christianos fomentan de hecho y de derecho la guerra (…) ¿No nos desengañaremos jamás de que ni el sable ni el cañón en nuestras circunstancias ni las buenas palabras con tan malditas obras es posible que constituyan ahora la paz entre los hermanos? ¿Será posible darle la salud a la Patria por medio de los prisioneros de la muerte?”. Más tarde, un malón asoló el norte de la provincia.
El ministro Martín Rodríguez salió en su persecución y casi desfalleció Tierra Adentro; con el ejército semisublevado, despechado, regresó y pasó por Miraflores. Culpó a Ramos Mexía de ser el informante de los indios levantados, de los que Francisco no tenía ni idea; agregó la acusación de odio contra la Religión. Ordenó un requisamiento; había armas, pero estaban inutilizadas por años de desuso. Pese a todo, lo detuvo; Francisco pidió a sus indios que no se resistieran y a Rodríguez, que los dejara en paz. Al día siguiente, María Antonia y los niños eran encerrados en una carreta y llevados a Buenos Aires; Francisco fue esposado a lomo de caballo, las manos detrás, hasta quedar casi tumefacto. En el camino de salida de la estancia fue viendo el espectáculo; entre 80 y 100 indios, incluidos mujeres y niños, habían sido degollados. No se habían resistido.
En Buenos Aires fue juzgado y se le dio la estancia de Los Tapiales por cárcel. Allí vivió sus años finales. Pero la historia no había terminado. El capataz Molina había sobrevivido y huido. Si olvidó prontamente el precepto “No matarás”, no pudo olvidar su propia inmensa lealtad ni el espectáculo de Francisco prisionero y la comunidad masacrada. Huyó al sur, reunió tribus en las que el nombre de Ramos Mexía ya era casi sagrado. En abril de 1821 Kakel, Dolores y todas las estancias vecinas eran pasadas a fuego. Sólo Miraflores quedó, como un símbolo, intacta.
Qué sucedió durante los años de su encierro, no lo sabremos jamás. Apenas que otro grupo de indios comenzó a rodear la estancia de Los Tapiales, como si la utopía se negara a morir del todo. Algunas cartas oficiales de parte de Rivadavia (supuestamente laicista y aperturista) siguieron intimándolo a desechar sus ideas “heréticas”. Desgastado, murió en 1828.
Todos sus libros y sus manuscritos fueron quemados. De su obra escrita apenas se salvaron escritos circunstanciales, el más extraño del cual, considerado a veces como una mera extravagancia, es su Evangelio que responde ante la Nación el ciudadano Fco. Ramos Mexía, un texto críptico, donde adrede se violan todas las normas de la sintaxis, la puntuación y la lógica; el español se mezcla con el latín y hasta con un idioma inexistente. Abstruso y sin embargo recorrido por un sutil hilo de Ariadna, sospecho que debería ser analizado como un texto de Raymond Roussel o del último Joyce. Sospecho que en ese morir dos veces que fue quemar su producción desapareció la obra de un escritor apenas atisbado por la crítica literaria.
Paradójicamente, sus hijos eligieron el camino de la guerra; su nieto, José María, médico, introdujo en la sociología finisecular las ideas racistas y lombrosianas de ese entonces. Eduardo Gutiérrez, el autor de Juan Moreira, cuenta que décadas después unos indios asaltaron una caravana; los caballos de ésta llevaban la marca de Ramos. Los dejaron pasar. ¿Qué urdimbres extrañas de la lealtad y la memoria, generaciones luego, les hacía respetar a alguien a quien ni siquiera habían conocido?
Alvaro Barros, escritor de la “literatura de fronteras”, fue el primero en elogiarlo. Pero por tiempo, su trato con el indio fue visto en la historiografía como un rasgo de traición. En los años 20, Clemente Ricci, profesor de religiones comparadas, rescató los pocos textos sobrevivientes, los publicó y demostró su originalidad de teólogo heterodoxo.
Desde los 70 en adelante, fue reivindicado por la antropología neo-marxista: si hubieran existido una docena de hombres como Francisco, el genocidio de la autodenominada Conquista del Desierto no hubiera sucedido. Con todo, faltan investigaciones nuevas, búsquedas de archivo, una biografía que reúna todas sus facetas. En otras latitudes, habría sido un reformador como Tolstoi o un pensador como Kierkegaard. Aquí asumió su “destino sudamericano”. Su exilio continúa.
FUENTE: hasta 2009 se publicaba en http://lagallineta.blogspot.com/2009/02/francisco-de-juan-carlos-sanchez.html
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